martes, 26 de febrero de 2013

Frío.

Su rostro era pálido, su cuerpo era débil, y a penas le quedaban fuerzas, aunque ella era mucho más fuerte de lo que alguna vez había creído.

Llevaba mucho tiempo luchando, demasiado. Había permanecido sorda durante demasiados años. Pero, cuando las palabras empezaron a causarle daño, a clavarse en ella, fue cuando realmente todo se le vino abajo. Ellos no la cegaron pero sí cambiaron totalmente todo lo que ella podía ver de si misma.

Cada paso que ella daba, le hacía ver lo débil que estaba. Ella notaba su cansancio, su falta de fuerzas. Cada paso que daba, cada día que pasaba, ella no sabía dónde ir, no sabía qué hacer. La monotonía la tenía consumida. Su cerebro, dañado por las palabras clavadas en su interior, le hacían cada vez más daño, y mirarse al espejo no hacía más que apretar, que asfixiar, y lentamente asesinar. 

Se sentía muerta, sola y sentía frío.

Ella sentía que no era lo suficiente, que hiciera lo que hiciera, luchara por lo que luchara, su vida no valía la pena, que no tenía sentido. Tan desgraciada, tan sola, tan imperfecta, ¿quién iba a quererle?

No se valoraba lo suficiente, y ella en lo único que pensaba era en la muerte. ¿Y quienes fueron los culpables de todo aquello? Los mismos que un día esa muchacha llamó "amigos".

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