martes, 5 de febrero de 2013

Eres la razón de mi vida.

Estaba sentada encima de sus piernas. Él tenía sus manos en mis caderas.
Ambos estábamos mirándonos los ojos. Acercó su cara a la mía, y sentí un cosquilleo por todo el cuerpo.

-Te has puesto roja- dijo riendo.

Le sonreí nerviosa y algo avergonzada.
Él me devolvió la sonrisa, pero no era una sonrisa ni nerviosa, ni de vergüenza. Era una sonrisa de satisfacción.

Puso una de sus manos en mi mejilla, mientras que estiró la otra, y me agarró por la espalda. Me acercó a él, y me besó. Sentí un cosquilleo por todo el cuerpo bastante agradable. Él hizo que me acostumbrara a eso que muchos llaman "mariposas en el estómago". Sonreí, aún todavía muy cerca de sus labios.

-¿Qué te pasa?-me dijo sonriendo mirándome a los ojos con mucha ternura.
-Estas estúpidas mariposas...-dije entre risillas. Mordí su labio.
-Cómo te amo, idiota.

Puse mi nariz en su nariz, le miré a los ojos.

-No tanto como yo a ti, precioso.

Cerré los ojos, mientras iba jugando con mi nariz y la suya, y con mis dedos, iba dándole suaves golpecitos en la espalda.

-Vaya dos idiotas estamos hechos, ¿eh?-me dijo después de besarme.
-Dicen, que a esto se le llama amor, que a esto se le dice "estar enamorado".

Le miré sonriendo. Me quedé mirando sus ojos, mientras ponía mis manos en su cabeza, y empezaba a acariciar su cabello.

-Me encanta...-susurró.
-Me encantas.-le contesté.

Fui a sus labios, y le besé. Volví a sentir ese cosquilleo, sonreí y volví a besarle. Podría perderme en su cuerpo, podría pasar mi vida con él, podrían quitármelo todo, menos a él, y yo seguiría tan feliz.

-No te vayas nunca de mi lado... porque si te vas tú, todo en mi vida perdería la razón.
-Nunca me iré, boba. Pues... tú eres el razón de la mía.
-¿Sabes qué pienso? Que la vida te ha puesto en mi camino porque así lo quiere el destino. Quiere recompensarnos a ambos, quiere que permanezcamos juntos para siempre, que nunca nos separemos.
-Te amo.
-No tanto como yo a ti.

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