sábado, 7 de abril de 2018

Sinsentido, lluvia de ideas.

La niebla de un día gris acompañaba un frío que calaba los huesos y yo sólo pensaba en el calor de tus besos.

Pero qué vas a pensar de mí, si sólo soy un desgraciado. Agarrando tu mano sin saber qué decir, sin poder mirarte. ¿Alguna vez has sentido frío? Por dentro. Frío que recorre desde los dedos de tus pies hasta el último de tus pelos. Un frío cortante como el césped; cuando corría descalzo, cuando aún parecía que jamás me saldría barba. Me corté y sangré. Y esa sangre se ha vuelto hielo.

Y tu mano es lo único que me salva del frío. Pero parece que ya no estás. Miras a la nada, apática. Y yo pensando en qué pasará por tu mente.

Me has roto demasiadas veces para lo poco fuerte que me has hecho. Y no sé cuándo aprenderé.

Si a penas puedo mirarte a la cara, ¿cómo puedo pensar en otro llevándote de la mano?

Me miras dejándome sin respiración, pero ya no sé qué creer. Lo único que necesito es echar a correr, ¿por qué sigo aquí parado? No gastes tu último aliento en mí si no es lo que deseas.

Miro el reloj de tu muñeca y siquiera son las doce. Apúntate esa como la hora de mi muerte. Doce. Doce puñaladas, doce copas para por lo menos, poder dormir.

Aprieto tu mano, siempre estaré ahí, aunque tú desvanezcas. Aunque escapes, no puedo morir. ¿Cuánto llevaré sin dormir?

Mientras miro nuestros pies, se escucha una voz de fondo, a la que no quiero ni prestar atención. Voy a romperme y no quiero hacerlo.

Levanto un poco la mirada, cuando oigo y veo llegar al tren. No sé qué pensar, estoy temblando y no sé, nunca se me dio bien la vida en general. Quiero hacer las cosas bien, y qué le hago si todo me sale mal. Sólo espero que te acuerdes de ésas palabras antes de mi funeral.

No me lleves rosas, no vengas a verme, no me llores. Jamás lo hiciste cuando seguía a tu lado.

Me pregunto, si jamás me quisiste, por qué jugaste conmigo. Por qué acabas de soltar mi mano y por qué estás andando.

Y ya va un escalón. Y ahí va otro. Jamás me quisiste a tu lado.