domingo, 10 de febrero de 2013

Princesa.

["Hacía mucho que no estábamos juntas. ¿Recuerdas?" Dije en mi cabeza.]


Estaba en frente del espejo, totalmente desnuda, con la cabeza hacia abajo. Crucé mis brazos para así sentirme algo acompañada, como si me estuviera abrazando a mi misma. Sentía miedo. Poco a poco, iba levantando la cabeza, empecé a mover los dedos de los pies mientras miraba mi cuerpo en el espejo y sentía el frío del suelo.

Me quedé mirando mi reflejo. Podía ver en mis ojos que estaban llenos de miedo, estaban llenos de dolor.

Empecé a acariciar mi estómago mientras iba mirándolo en el espejo y en mi piel. Después, me puse a pellizcar y agarrar todo lo que sobraba en mi estómago. Estaba llorando. Aterrorizada y con mucho odio y dolor dentro.

Me puse a analizar mi cuerpo agarrando y pellizcando otra vez, sólo que dejé mi estómago y empecé a hacerlo con mis piernas, mis brazos y mi cara.

Me acerqué al espejo, puse mi mano en él, y mi reflejo actuó a la vez. Sentí que el espejo estaba algo frío.  Me miré a los ojos, y esta vez, no tenían miedo ni dolor, mas, estaban llenos de odio y rabia.

"¿Cómo van a quererte? ¿Cómo se va a fijar nadie en ti? Estás obesa, eres una inútil, eres fea. ¿Siendo así, crees que la gente cambiará? No. Tú has de cambiar. La culpa de que estés tan sola la tienes tú, la culpa de que todos te odien y te insulten la tienes tú." Pensé mientras miraba mi cuerpo en el espejo.

Me arrodillé en el suelo, llorando, completamente desconsolada. Hacía mucho que yacía muerta en vida. 

"¿Recuerdas lo feliz que eras antes? ¿Cuando te sentías tan vacía? Y sabes a qué me refiero."

Recordé aquél entonces, cuando cada día era para mi un juego. Cuando, el perder, era ganar. Perder peso era mi meta.

Me sentía completamente vacía, me sentía muerta, sola; sentía que, si marchaba, nadie notaría mi ausencia. 

Miré mis muñecas, miré las marcas de guerra contra mi misma. Esas cicatrices me demostraban lo fuerte que había sido, me enorgullecían. Pero ahora, era algo que no funcionaba... Ya no me sentía orgullosa de ello, sentía la necesidad de volver a hacerlo. 

Sentía demasiada rabia, demasiada ira, demasiado odio contra mi misma. Me agarré a la taza del inodoro, y con algo de miedo introduje dos de mis dedos en mi garganta.

Hacía mucho tiempo que no lo hacía. Me hizo sentir bien, más vacía, pero más llena de felicidad. Pero... todavía sentía un gran frío en mi interior, un enorme vacío, todavía me sentía muerta, gorda, sola... 

Me puse en pie y limpié para que nadie se diera cuenta de nada, tiré el papel al baño y tiré de la cadena. Sonreí satisfecha, limpié mis lágrimas con los brazos y miré de nuevo al espejo. Sintiéndome más débil, pero de algún modo, también más fuerte.

"Bienvenida de nuevo a mi, vieja amiga..."


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