viernes, 7 de diciembre de 2012

Libertad.

La adrenalina recorría todo mi cuerpo. Aquella santa mujer tenía los ojos ahogados en lágrimas, la muy idiota no dejaba de repetir "¿Por qué? ¿Por qué a mi? ¡No quiero! ¡No quiero morir!". Sus jadeos, llantos y gritos eran irritantes al igual que placenteros para mi.
Algo dentro de mi me hizo gritar "¡Te odio, perra!". Entonces la abofeteé.
"¿Por qué a mi?" Siguió llorando, secó sus lágrimas y empezó a rezar "Oh Dios, por favor, si es verdad que existes, si de verdad estas ahí arriba, ¡sálvame! Lo necesito." 
Empecé a reír, aquello era muy patético y estúpido. "¿En serio crees que Dios va a salvarte, pequeña? ¿En serio? Aquí, Dios soy yo. En estas cuatro paredes, estás en el mismo cielo, ¿no lo ves? No vas a salir de aquí".
Aquella mujer era preciosa. Era joven, tenia unos ojos realmente bonitos, eran grandes y grises. Su cuerpo era espectacular, era toda una Diosa.
Empecé a desnudarla, ella se dejó. Supuse que ella ya tenía claro que aquel era su fin, y que hiciera lo que hiciera, iba a morir.
La besé, y ella me seguía el juego. Entonces me empujó y fue corriendo hacia la puerta. 
Ella estaba histérica, gritando, pegando a la puerta, y todo porque ésta estaba cerrada. Reí, todo era muy gracioso.
Fui a por ella y la agarré del cuello. "No, no, no, pequeña. No vas a salir." Dije entre risas.
"Pero... ¿Por qué, por qué? ¿Qué he hecho?".
"Por qué, por qué, por qué. Siempre las mismas preguntas". Aquello era molesto, pero agradable.
Empecé a jugar con su cuerpo desnudo, a acariciarlo, besarlo, y saqué un pequeño cuchillo que llevaba escondido en la chaqueta. La mujer se puso a gritar y llorar, pidiendo compasión a Dios, pidiéndome compasión a mi.
Hice pequeños cortes en sus caderas. Después en sus pechos. En su abdomen. La mujer seguía inquieta, y decidí tranquilizarla. Cogí su cabeza, y la estampé contra aquella blanca pared, lo hice una y otra vez, hasta que quedó inconsciente.
Con el cuchillo de nuevo acariciando su cuerpo, lo llevé suavemente hacia su cuello. Hice varios cortes,(bastante profundos, por cierto) en éste.
Aquel perfecto cuerpo desnudo era por fin mio, y por fin, yacía muerto en el suelo.
No podía dejar de besar a aquella mujer perfecta, su sangre. Oh su sangre. Iba haciendo cortes y besando aquella sangre que salía de éstos.
"Pequeña, ahora si que eres perfecta." Dije entre gemidos.
Oh sí, aquello era verdadero placer.
Besé su cuerpo como si fuera el último cuerpo de mujer que iba a ver. "Vive como si fueras a morir" decían. A ella le pasó. Pero no vivió de ese modo, simplemente, murió demasiado pronto.
Pobre mujer, tal vez. ¡Pero que gran placer! El sabor de su sangre en mis labios, mis manos acariciando su cuerpo...
Escuché ciertos golpes.
Y entonces derribaron la puerta.
"¡Manos arriba!" Dijo aquél estúpido policía, rodeado de otros nueve.
"¡Queda usted detenida!" Dijo uno de ellos mientras me esposaba.

Fuera del edificio había mucha gente. Una mujer en especial, con un color de pelo castaño y mechas rubias, de un tono claro de piel y muy delgada, lloraba con verdadera ansia. Supuse que era la novia de mi cuerpo. Ella hubiera sido una buena víctima, también.
"¡¿Por qué, hija de la gran puta?! ¡Tú no sabes lo que significaba ella para mi!" No dejaba de seguirnos la muy estúpida. No dejaba de pronunciar malas palabras. "¿Por qué?" Dijo entonces con gran sentimiento, con dolor.
Estaba a punto de entrar al coche de policía, ella estaba a un metro de mi, mirándome con desprecio, insultándome, entonces la miré a los ojos y se calló. Y fue cuando dije: "Porque ella tenía algo que yo no. Libertad."
Me metieron en el coche y la mujer se quedó atónita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario