domingo, 23 de diciembre de 2012

Amor, ¿dónde estás hoy, amor?

Me levanté de la cama como cada mañana, él no estaba, hacía varios meses que yacía muerto.
Sola de nuevo, sola otra vez, sola, ¿por qué?
Verme así me hizo recordar, me hizo llorar, me hizo viajar al pasado olvidando todo lo que me rodeaba.

Cogí una pequeña libreta, vi mis manos arrugadas, cerré los ojos y recordé como eran mis preciosas manos entonces, cuando estábamos juntas...
"Oh Blanca, cómo te extraño..." suspiré.

Empecé a escribir todo lo que recordaba de ella, de nosotras, de nuestro pasado...

Entonces no estaban bien vistas dos mujeres juntas, entonces era pecado el amar, entonces éramos como Romeo y Julieta, sólo que con la pequeña diferencia de que ambas eramos Julieta.
Escondiéndonos, huyendo, besándonos a escondidas, haciendo el amor en la oscuridad, con única compañía de una cama y sábanas.
Recuerdo aquél verano, hacía un año que estábamos juntas a escondidas... Un año huyendo de la sociedad, huyendo de nuestras familias, manteniendo un secreto que sólo ambas conocíamos.
Estábamos en el lago, Blanca, con una sonrisa pícara empezó a desnudarse y se lanzó al agua esperando que yo hiciera lo mismo.
Le sonreí y le dije "No, no voy a hacerlo..."
"¿En serio te has puesto roja?" dijo mientras reía. "No es la primera vez que me ves desnuda."
Me desnudé, me fui corriendo hacia ella, la abracé y nos tiré al agua.
"¡Eh! ¡Eso no me lo esperaba!" después vi en sus labios una sonrisa pícara, y eché a correr por el agua, que rozaba hasta mi cintura.
"¡Espera, Daniela!"
"¿Que te espere? ¡Ya verás!" Me quedé quieta, de pie, mientras ella se acercaba a mi.
Puso sus ojos en los míos, y susurró "¿Qué voy a ver?".
Empecé a besarla, como si no hubiera un mañana.
¡Cómo amaba a esa mujer...!

Pero nuestro cuento de hadas se acabó; nuestras familias se pusieron en nuestra contra, se odiaban entre ellas.
Si no huíamos, podríamos temernos lo peor.
"A las cuatro de la mañana, en la puerta de la iglesia con las caras tapadas." Quemé la nota, y me preparé para marchar.

Eran las cuatro de la mañana, había mucha gente en la iglesia. Algunos murmuraban, otros gritaban y otros pocos lloraban.

Algo paró mi corazón, no era yo, alguien se metió dentro de mi y me hizo actuar. Fui corriendo, y ahí la vi, tumbada, ensangrentada, muerta...
"¡Malditos! ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué matáis por amar?" Grité mientras lloraba y sostenía su cuerpo en mis brazos. "¿Pecado? ¡Pecadores fuisteis vosotros, por quitarle la vida a alguien que entregó su corazón a otra persona por cómo era su interior! Dios no nos condenará a nosotras al infierno, pero sí a todos los que nos juzgaron, a todos los que hicieron esto... ¡Malditos sean todos!"




Cogí unas pastillas, eché un trago y vi como todo se volvía blanco...

Blanca, mi amor, amor de mi vida, va a ser todo un placer volver a estar a tu lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario