domingo, 7 de abril de 2013

Papá.

Mamá me dijo que papá siempre iba a estar conmigo, que me quería y que él nunca quiso marcharse, que tuvo que hacerlo.

Él siempre me hablaba de las estrellas, de planetas y de lo mucho que le gustaba viajar en avión y mirar el cielo imaginando que había más allá. Él deseaba conocer el universo, deseaba ver todos los planetas. Me dijo que desde pequeño siempre había querido ser astronauta, que él era el único que nunca cambió su sueño. Me contó que los mayores decían que siempre estaba en las estrellas, y que no estaban nada equivocados. Mi papá me contaba muchas cosas que eran muy interesantes. Era genial.

Echo de menos a papá. Mamá dice que él también nos echa de menos, pero que él está bien. Dice que era un hombre fuerte y luchador. Yo sé que ella también. Ellos se querían mucho, y sé que mamá ama a papá y nunca dejará de hacerlo.

Por las noches, a veces podía escuchar a mamá llorar en su habitación. Sentía mucha pena y eso me hacía llorar a mi también. Supongo que echaba de menos a papá.

A papá le dijeron que estaba enfermo hace un tiempo, y eso hizo entristecer mucho a mamá y a la familia. Papá era muy buen hombre y todos le querían.

El pelo empezó a caerle después de que le dijeran que estaba enfermo, mamá me dijo que le volvería a crecer. Y tenía razón, pero luego se le volvió a caer. Íbamos mucho al hospital, los doctores me conocían, y yo me hice amigo de una señora mayor que siempre me daba caramelos cuando me veía. Antes de que papá se fuera, la señora mayor ya no estaba en el hospital, dejó de ir y nunca la volví a ver. Mamá me contó que se había recuperado, y que estaba con su familia. Cuando me lo dijo, su mirada parecía extraña, pero no le di importancia alguna, yo estaba feliz de que la señora estuviera bien.

Un día, mi abuelita fue a recogerme al colegio antes de la hora de salida. Me dijo llorando y muy triste que papá se había ido a las estrellas, que había volado al cielo y estaría haciendo de las suyas viendo los planetas. Y, que me quería muchísimo. Yo me eché a llorar, sabía que eso era algo malo, y entonces sentí algo muy malo por dentro. Como si todo cambiara de sitio y luego me dejara vacío. La abuelita me abrazó, y me dijo que papá estaría con el abuelito, que los dos estarían bien y cuidando el uno del otro.

Una noche que mamá salió a comprar, yo me puse a escribir a papá una carta. La abuelita me había contado que podía enviarle cartas de una manera secreta que sólo podíamos saber ella, mamá, y yo. La abuelita escribía cartas así al abuelo, que un día me enseñó. Me dijo que no le enviara nunca ninguna sin la presencia de alguien mayor, que era peligroso.

Escribí una carta, y luego hice una copia para guardarla en la cajita de cartas para papá. Cogí un mechero y la carta que quería enviarle, abrí la ventana y me asomé.

Cerré los ojos y pensé, con la esperanza de que él me escuchase:

Feliz cumpleaños papá... te extrañamos mucho. Espero que tú y el abuelito seáis felices y que estéis celebrando tu cumpleaños. Te quiero.

Intenté encender el mechero, pero no podía. Me puse a llorar, estaba enfadado porque no podía encenderlo.

Mamá abrió la puerta y me vio llorando. Pensé que se iba a enfadar, pero puso cara de preocupada, me apartó.

-Mamá, quiero enviarle la carta a papá, es su cumpleaños, y tú te has olvidado.-dije entre llantos.

Me abrazó, y se puso a llorar también.

-Ven, cariño, mira lo que he comprado.

Había comprado una tarta, y velas. 

-¿Son para papá?-dije secándome las lágrimas.

-Sí, cariño... no me he olvidado. -Me sentó en la silla de la mesa del comedor, y preparó la tarta.- Cuando acabemos, la enviaremos juntos.

Mientras ambos comíamos, mamá leyó la carta y se puso a llorar. Estaba llorando pero sonreía y me miraba con dulzura.

-¿Te gustó, mamá?

-Mucho, hijo, mucho. Seguro que a papá le gustará todavía más.

Cuando acabamos, guardamos la tarta y nos pusimos en la ventana. El cielo estaba muy oscuro, y no sabía si papá nos vería.

-Mamá, ¿crees que papá nos verá? El cielo está muy oscuro.

-Papá siempre nos verá, esté como esté el cielo. Él nos verá estemos donde estemos.

Sonreí. Cogí la carta, y mamá encendió el mechero. Quemé la punta de la carta que estaba doblada, y la solté.

Mamá me abrazó, y ambos nos quedamos mirando el cielo. Mamá seguía con lágrimas en la cara, pero estaba sonriendo. La abracé con muchas fuerzas, porque sabía que se sentía un poquito más sola por la ausencia de papá. Yo estaba feliz de verla sonreír.

1 comentario:

  1. Siento escribirte esto por aquí... Pero no se como mandarte un mensaje privado ni nada...
    Escribo relatos de fantasía con un toque de amor y drama... Y me preguntaría si querrías ayudarme con alguno que otro...
    Gracias y disculpa las molestias...

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