-¿Qué sientes?-preguntó.
-Miedo, dolor, inseguridad, horror, asco, impotencia...-contesté con la cara empapada por mis lágrimas.
-¿Y no quieres cambiar eso?
Aquella voz me tenía realmente atemorizada, ¿qué quería de mí?
-Por supuesto que quiero..
-Pues confía en mí. No te voy a hacer daño. Esto sólo va a durar un tiempo. -me dijo.
-Pero... ¿qué es lo que tengo que hacer?
-Tú sólo escucha mis palabras, mis consejos, mis ordenes... todo acabará tal y como tú deseas. Sólo agarra mi mano y sígueme. Yo te guiaré.
La chica, asustada, sin esperanza y sin nada de amor de los demás y menos de ella misma, se agarró a aquello que creyó que le iba a llevar a la perfección.
De llamarla gorda, la empezaron a llamar loca. ¡Hipócritas! Este mundo está lleno de ellos. De reírse de ella, a llorar por su pérdida.
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